Tomando prestada una frase de Erasmo, Robert Bolt llama a Santo Tomás Moro "un hombre para la eternidad" en su obra del mismo nombre, y hay una buena razón para ello. Además de ser extraordinariamente santo, fue esposo, padre, abogado sumamente exitoso en Inglaterra, un sagaz político, el segundo hombre más poderoso en el reino y uno de los mejores autores del Renacimiento. Fiel a la oración y a la penitencia diaria desde temprana edad, Tomás fue un devoto católico y un apasionado defensor de las enseñanzas de la Iglesia católica, refutadas en ese entonces por Martín Lutero. Conocido por su ingenio y su sentido del humor, era ese tipo de persona que a todos nos hubiera gustado tener como amigo. Su oposición a la anulación del primer matrimonio de Enrrique VIII y su defensa por la primacía del papado sobre la Iglesia de Inglaterra terminó en su condena definitiva y en su ejecución como mártir. G. K. Chesterton, durante una visita en la casa de Moro en Chelsea en 1929, dijo de él que "en estos momentos resulta más importante que en cualquier otro momento de la historia después de su muerte... Pero no resulta más importante de lo que será dentro de cien años. Él llegará a ser reconocido como el inglés más grande, o al menos como el mayor personaje de la historia de Inglaterra". Este libro cuenta la fascinante y extraordinaria historia de su vida.

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