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Por: Fr. Edgar Toledo Ledezma, OP
Al inicio del nuevo año litúrgico, los obispos del Paraguay nos anunciaban con alegría que este año sería dedicado a la Palabra, la Palabra con mayúsculas. Este hecho está en sintonía y comunión con varias Iglesias particulares de todo el mundo que, junto a la FEBIC (Federación Bíblica Católica) decidieron dedicarlo a la Palabra por cumplirse 1600 años de la muerte de san Jerónimo, patrono de los biblistas y quien fuera el autor de la Biblia conocida como la Vulgata, traducida directamente del hebreo y el griego a finales del siglo IV.
En su exhortación apostólica «Christus vivit», el Papa Francisco hace una breve presentación de los jóvenes en el Antiguo y Nuevo Testamento; sería muy importante releerlo, meditarlo y estudiarlo juntos. A la lista de jóvenes del Antiguo Testamento habría que agregar a Daniel, un joven que aparece como sabio y prudente enfrentado a unos ancianos de Israel que eran corruptos, deshonestos y lujuriosos (Dn 13). Nos dice el Papa: «…un joven no puede estar desanimado, lo suyo es soñar cosas grandes, buscar horizontes amplios, atreverse a más, querer comerse el mundo, ser capaz de aceptar propuestas desafiantes y desear aportar lo mejor de sí para construir algo mejor. Por eso insisto a los jóvenes que no se dejen robar la esperanza, y a cada uno le repito: «que nadie menosprecie tu juventud» (1 Tm 4,12).
Estas sentidas palabras del Papa a los jóvenes nos deben ayudar a promover más, acompañar más, escuchar más, rezar más, compartir más, en fin, amar más a nuestros jóvenes en la Iglesia, en todas las comunidades y grupos. Por eso, estoy convencido que la Palabra de Dios es una "instrumento" fundamental, un espacio privilegiado y un medio necesario para soñar y construir un país mejor con los jóvenes. Toda iniciativa pastoral, todo encuentro juvenil, todo grupo o movimiento de jóvenes debería tener su punto de partida en la Palabra: leída, meditada, orada y contemplada, que lleva a la acción.
Solo en la Palabra, los jóvenes, podrán conocer a Jesucristo, el amigo que nunca falla. Solo en la Palabra podrán iniciar un verdadero proceso de conversión y seguimiento de Jesús en una Iglesia que necesita ser renovada en esperanza, misericordia y fraternidad. Sueño con una Iglesia paraguaya donde los jóvenes cristianos se comprometan a construir un país más justo, más fraterno y más solidario, animados y empoderados con la Palabra que libera, sana, redime y nos hace hermanos y hermanas sin distinción en Cristo Jesús.