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Por: P. Gilbert Kannikattu, SSP
La palabra griega epifanía (epiphanos), que significa aparición o manifestación importante, se usa para describir la primera aparición de Jesús a los gentiles, a toda la humanidad. Originalmente, la palabra epifanía se refería a la visita de un rey a la gente de sus provincias. En esta fiesta el sentido de "epifanía" se refiere a la autorrevelación de Dios, así como a la revelación de Jesús como su Hijo a toda la humanidad.
Esta fiesta conmemora la visita de los magos de Oriente a Jesús y en ellos se personifica a todas las naciones de la tierra. En la Iglesia de Occidente, la fiesta también celebra el Bautismo de Cristo. Los ángeles revelaron a Jesús a los pastores, y la estrella lo reveló a los Magos, quienes ya habían recibido indicios de él de las Escrituras judías. Más tarde, Dios Padre reveló la identidad de Jesús a Israel en su Bautismo en el Jordán. En la sinagoga de Nazaret, Jesús se reveló como el Mesías prometido. Finalmente, Jesús se autorrevela en Caná, manifestando así su divinidad. Estas revelaciones son diversas formas de epifanía, de cómo el Hijo de Dios fue revelándose para salvación de su pueblo y de la humanidad.
En la primera lectura de hoy, el profeta Isaías, relata que los no judíos trajeron regalos en homenaje al Dios de Israel. Aquí el profeta Isaías, consolando a la gente en el exilio, habla de la restauración de la Nueva Jerusalén desde la cual la gloria de Yahvé se hace visible, incluso para las naciones paganas.
En la segunda lectura, san Pablo afirma el misterio del plan de salvación de Dios en Cristo. Pablo explica que este plan incluye tanto a judíos como a gentiles. Jesús dio a conocer este plan divino por medio del misterio de su Iglesia, nuevo Pueblo de Dios.
El Evangelio de la solemnidad nos recuerda que si Dios permitió que los Magos, extranjeros y paganos, lo reconocieran y le rindieran a Jesús adoración como Rey de los judíos, es porque de Dios parte la iniciativa de su revelación, es su amor el que nos “primerea”. Hubo tres grupos de personas que reaccionaron a la epifanía del nacimiento de Cristo: el primer grupo, encabezado por el rey Herodes el Grande, que trató de eliminarlo; el segundo grupo, sacerdotes y escribas, que lo ignoraron, y el tercer grupo, representado por los pastores y los magos, que acudieron a adorarlo.
Jesús se nos revela todos los días a través de diferentes personas y acontecimientos en nuestras vidas, pero a veces no lo reconocemos. Aquí hay algunas sugerencias para nosotros para que lo reconozcamos cuando nos sea revelado y para que esa revelación realmente sea un suceso trascendental en nuestras vidas:
- Asegurémonos de responder a su revelación como los pastores y los magos: a) al adorar a Jesús con el oro de nuestro amor, la mirra de nuestra humildad y el incienso de nuestra adoración; b) dando una nueva dirección a nuestras vidas. A medida que los Magos eligieron otra ruta para regresar a sus hogares, debemos elegir una mejor forma de vida, absteniéndonos del orgullo, los pensamientos impuros, los malos hábitos y el comportamiento egoísta.
- Guiando a otros hacia Jesús, como la estrella que llevó a los Magos a Jesús, eliminando la oscuridad del mal y la ignorancia que nos rodea e irradiando el amor y la luz de Jesús a través del servicio desinteresado, el perdón incondicional y el cuidado compasivo.
- En esta fiesta de la Epifanía, ofrezcamos, como los Magos, a Jesús nuestra gratitud por los dones que nos regaló con su nacimiento: (a) el don de su amistad con nosotros, en forma de compromiso, amor y devoción hacia Él; (b) el don de su amistad con los demás, al llevarlos a Jesús a través de nuestras vidas ejemplares, de nuestra caridad y compasión cristianas; (c) el don de la reconciliación con Dios, pidiéndole diariamente perdón por nuestros pecados y perdonando a los que nos ofenden; y d) el don de su paz, al buscar la paz de Dios en nuestras propias vidas a través de la oración, llevando una vida sacramental provechosa y meditando diariamente la Palabra de Dios.
La Fiesta de la Epifanía nos recuerda que todos tenemos un regalo que podemos ofrecerle al Rey de Reyes. Al igual que los Magos ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra, ofrezcamos nuestros pequeños regalos a Dios: es nuestra humilde gratitud lo que le damos, cuando damos de corazón nuestro acto de adoración, oración, posesiones, talentos y tiempo. Nuestro regalo no es un regalo único de oro, incienso o mirra. Es un regalo de amor y servicio de por vida.
Que el Señor nos bendiga con su sabiduría y nos dé la humildad y el coraje para buscarlo y reconocerlo en todo y en todas las formas que se nos revela.
Concluyamos con la "Oración de generosidad" de san Ignacio de Loyola: "Señor Jesús, enséñanos a ser generosos a servirte como Tú mereces; a dar sin medida, a combatir sin temor a las heridas a trabajar sin descanso, sin esperar otra recompensa que saber que hemos cumplido tu santa voluntad". Amén.
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Anécdota:
Se realizó una encuesta entre los niños de la escuela preguntando por qué disfrutaban leyendo las novelas de Harry Potter y viendo sus películas. La respuesta más común fue: "Porque nunca se sabe lo que sucederá después". Esta misma sensación de suspenso y sorpresa nos llevó a ver los episodios de las películas de Star Wars. El mismo deseo de revelación, con la emoción y el suspenso que les esperaba, llevó a los adultos a ver películas de James Bond y alentó a los grandes exploradores como Marco Polo y Cristóbal Colón a hacer viajes arriesgados y aventureros. Es la misma curiosidad que llevó a los Reyes Magos a seguir a la estrella de Belén. Un elemento de suspenso marcó cada momento en el viaje de los Magos, quienes nunca sabían a qué camino el Espíritu de Dios los llevaría a continuación. Las lecturas de hoy nos invitan a tener la misma curiosidad que los exploradores y los fanáticos de las películas, para que podamos descubrir la "epifanía", manifestación o autorrevelación de nuestro Dios, en cada persona y en cada acontecimiento, en todas partes.