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Por: Fátima Giménez
En una caminata de rutina de compras por los pasillos del mercado, donde tantos son los vendedores y cada quien ofrece sus productos, entre ellos, un montón de mbocayá poty (flor de coco), que también es ofrecido, una madre, emocionada, le dice a su hija:
- “Navidad, navidad, qué linda es la navidad, hijita”
- “¿Qué dices mamá?”, pregunta la pequeña niña, saltando inquieta al oír y ver suspirar a la madre. Mientras alcanzan un banco donde se detienen para descansar, la niña sube a su regazo y ésta, balanceándola suavemente, contemplando el mbocayá poty y percibiendo su aroma, le cuenta:
“Sabes, mi niña, Navidad es el cumpleaños del Niñito Hesú (Jesús) y lo festejamos haciendo el pesebre del yvyraroví o ka´avove´i (árboles, cuyas ramas son utilizadas para la elaboración de los pesebres) junto a los juguetes, animalitos, pastos, agua, frutas y otros adornos está este ramo especial, la cual no puede faltar, el mbocayá poty (flor del coco) que con este inconfundible aroma, perfuma todo el pesebre porque allí está el Niñito Hesú (Jesús). Y donde quieras que algún día estés ese aroma perdurará para recordarte este nacimiento y que a Él (Niño Jesús) hay que adorar.
¡Benditas las madres de nuestro país, que perfuman la Navidad con la flor de coco, y tantas veces con su ternura, entrega y sacrificio!”