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Conversaciones bajo el mango

Por: JuanJo Telmo

Después de varios meses sin hablar con Rodrigo, mi amigo de la infancia, en un día caluroso, húmedo y nublado, recibo un mensaje suyo en el celular. Eran las 9 de la mañana. En el mensaje me pedía charlar un poco, acompañados de un tereré bien frío. Con mucha alegría le invité a compartir con él en mi casa, y para preparar mejor el ambiente traje unas empandas caseras de mi vecina Lucy, muy sencillas y ricas, por cierto.

Siempre conversar con mi amigo es reírse hasta que falte el aire, porque siempre tiene alguna anécdota que me hace morir de risa y más todavía por la forma en la que él suele contarla. Entre esas risas hablamos también de nuestro servicio: los dos somos animadores en retiros, jornadas, etc. En cada servicio, vivimos la experiencia como si fuera la primera, única e irrepetible. Tratamos de compartir a los demás esa alegría del Señor.

También me hace pensar que las conversaciones, cuando son buenas, son fructíferas, te alegran el alma. Sin embargo, muchas veces no valoramos las conversaciones con los amigos. Para mí, es tan bueno, sentarme bajo el mango, con el terere bien frio y charlar con los amigos. De esta forma, puedo ver el rostro mismo de Jesús, su paso. Cada vez que comparto con ellos, que comparto con amigos como Rodrigo, siento como Él me acompaña, cómo el mismo Jesús se sienta con nosotros a tererear.