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Editorial de diciembre
Su venida nos enciende el corazón

Por: Hno. José Miguel Villaverde, SSP

Comenzamos diciembre y, coincidentemente comenzamos también un nuevo Año Litúrgico en la Iglesia con el Adviento, de cara a la Navidad. Es un tiempo propicio para contemplar a Dios hecho hombre entre nosotros, rememorando en nuestras vidas su triple venida: Él vino, viene y vendrá.

Así mismo, como Iglesia que peregrina en el Paraguay, iniciamos el Año de la Palabra, animados con la cita bíblica: “Nos ardía el corazón, cuando nos explicaba las escrituras”. Con este lema programático, queremos ahora contemplar el misterio que viviremos en estos días: el del nacimiento de Cristo, Palabra hecha carne, en quien Dios ha dicho “todo lo que quería comunicar al hombre” (S. Juan de la Cruz).

Pero, todo podría ser muy romántico, si nos dejamos llevar solo por la belleza que acompaña nuestro diciembre paraguayo… ¡Hay algo más! Ante el Niño recién nacido, les invitamos a tres actitudes fundamentales: asombrarnos, acercarnos y adorar… Pero ¿Cómo?

Asombrarnos, manteniendo la esperanza, la ilusión de la nueva vida, de la presencia del Señor a cada momento. Que, entre las tarjetas, los saludos, las luces, no nos olvidemos de quién está a nuestro lado y del milagro de vivir cada día.

Acercarnos al Niño, acrecentando la fe, como lo hizo María, con amor incondicional. Dios se hizo cercano, miró nuestra humildad. Hoy nosotros hemos de acercarnos al otro, al que nos necesita, mirarlo a los ojos, ver en él la presencia de Dios.

Adoramos al Niño, cuya venida nos enciende el corazón de verdadera caridad. En medio del aroma de las flores de coco, de las sandías y de las historias familiares; nuestra adoración se hace concreta en la ofrenda de la propia vida, de la acción de gracias por lo vivido, del abandono en las manos de Dios por lo que vendrá… ¡Gracias Señor por estar juntos este año!

Que nuestro saludo navideño se extienda a todos, especialmente a los que están lejos, a los que partieron también… Porque, para el amor no hay fronteras, ¿No es eso lo que nos enseña la Palabra que se hizo carne para vivir entre nosotros?