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Por: Hno. José Miguel Villaverde, SSP
Inicia el mes de junio y con él la solemnidad del Corpus Christi nos invita a celebrar juntos, como pueblo de Dios el amor de Dios, concreto en su Hijo Jesucristo, presente en el Santísimo Sacramento. El Maestro divino ha asumido nuestras penas y alegrías, nuestros anhelos y dolores y él mismo, hecho Pan y bendecido por el Padre, se ha roto y se ha dado para salvación de todos. Podríamos decir muchas cosas bellas de Jesús Eucaristía, santos, cantantes y poetas se han esmerado ya en hacerlo; sin embargo, hoy, en este espíritu festivo, solo queremos invocar al Señor y decirle: ¡Danos siempre de este Pan!
Este Pan, que es él mismo, para que no nos falte su presencia y nosotros vivamos continuamente en su presencia. El encuentro con Cristo en la Eucaristía, entonces, será el punto de partida para otros encuentros, en su Palabra, en los hermanos, en los alejados.
Es un Pan del Cielo para que caminemos aquí en la tierra, en un país que urgentemente requiere de la unión de sus habitantes, del diálogo y de la compasión con el dolor ajeno. Un Pan de la unidad y del encuentro, que ha de ser comido en la misma mesa por todos los convocados, sin diferencias, como lo enseñaba san Pablo a sus comunidades.
Es el Pan partido, el Cuerpo de Cristo de cuyas heridas brotan “ríos de agua viva” y que nos enseña, cual Maestro, el único camino posible para la construcción de la civilización del amor: que nosotros mismos nos hagamos pan, pues esta es la única manera en cómo el mundo reconocerá en nosotros al Resucitado: “al partir nuestro pan”, es decir, dando la vida, siendo solidarios, fraternos y misericordiosos, porque vivimos del Pan de Vida. Con san Pedro y san Pablo decimos: ¡Señor, danos siempre de este Pan!