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Por: P. Denis Báez Romero, SDB
Evangelio según San Mateo 28, 16-20 (B)
Invocación al Dios
Padre, danos la fuerza vital para interiorizar tu voluntad. Haz que nos adhiramos a tu propuesta confiando en tu palabra y enseñando tu doctrina. Santísima Trinidad, guíanos en el camino, para que nuestra vida sea la manifestación de una fe auténtica.
Análisis de contenido
Queridos amigos: Estamos inmersos en la Trinidad, pues “en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hech 17, 28). Cada gesto que hacemos y cada palabra que pronunciamos hace referencia a esas tres personas. Esta forma trinitaria de nuestra vida, ya nos la enseña el mismo Pablo en sus escritos: “La gracia de Cristo Jesús, el Señor, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes” (2 Cor 13, 14).
Los discípulos son invitados por Jesús a volver al origen, a volver a Galilea, para hacer la experiencia plena del resucitado. Jesús se les ha aparecido: Él ya ha ascendido a los cielos y ellos ya han recibido la fuerza vital, el Espíritu Santo. Aunque los discípulos creen, todavía dudan de lo que Jesús les había dicho. La invitación que les hace Jesús es subir al monte, a la búsqueda de Dios, para interiorizar la voluntad de Dios, para no quedarse en la llanura y ser solo sus admiradores.
Jesús envió a los discípulos a predicar el evangelio, para que muchos se adhieran a la predicación y sean creyentes: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos”. Adherirse a la propuesta de Jesús no es simplemente pedir milagros y acciones prodigiosas que Él realiza; no se trata de demostrar, sino de apreciar el valor de su presencia, de vivir a partir de esa certeza.
La tarea de la misión es confiada a los discípulos. Jesús les envía diciéndoles: “Vayan” por todo el mundo a llevar el evangelio, la alegre noticia que debe ser transmitida y comunicada a todo hombre. “Hagan” discípulos, nuevos creyentes, que vayan por el mundo dando testimonio de Él. Esos nuevos discípulos deben aprender a caminar tras la huella del Maestro, imitando sus actitudes y viviendo como Él. “Enseñándoles” su doctrina, para que puedan observar, practicar y “cumplir” en la vida diaria las enseñanzas de Jesús.
Volver a los orígenes, es volver al camino de fe que hemos iniciado en el bautismo, para entrar en comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En el bautismo se pronuncia por primera vez sobre nosotros esta invocación trinitaria, que luego nos acompañará durante toda nuestra vida. El “Vayan” es ahora nuestra tarea de bautizados, que consiste en seguir anunciando su obra. Se nos confía este cometido: ser continuadores de la misión de Aquel que nos hizo herederos, como hijos del Padre.
Nuestro bautismo, que nos hace cristianos, es el que nos envía a vivir una vida de fe auténtica y profunda. Estamos invitados a volver a la Galilea, para que, a partir del origen, de lo que hizo y dijo Jesús, permanezcamos en el monte y asimilemos el mensaje de la buena noticia que Jesús anunció.
Para vivir una vida cristiana auténtica y profunda
La tarea del bautizado es ahora salir de si mismo para anunciar su fe en la Trinidad. ¿Cuál es la forma mas evidente para subir a mi monte, a mi interioridad, para encontrarme con Dios? ¿vuelvo constantemente a mi “Galilea” para la búsqueda de Dios? ¿demuestro mi fe de bautizado comprometiéndome en la expansión de la Buena noticia?