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Por: Pbro. Berardo Medina Ovelar
En la vida de la Iglesia la Catequesis ocupa un lugar privilegiado porque está en su naturaleza acompañar con el mensaje de salvación al Pueblo de Dios. Jesús dijo a sus discípulos: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos…” (Mt 28, 19). En obediencia a este mandato de Jesús, la Iglesia se acerca a la humanidad para anunciar la Buena Nueva. Y con la evangelización surge la catequesis que consiste en el acompañamiento a los que abrazan a Cristo en su vida, a los convertidos. Esa educación o acompañamiento en la iniciación cristiana, es una labor importante de la catequesis. Y como sabemos la fe que se recibe en la evangelización va creciendo en la catequesis con el encuentro personal con Jesucristo y eso llega en su máxima expresión a medida que se va celebrando.
De ahí cabe mencionar que la fe recibida en la Iglesia y acompañada en la catequesis para su madurez, encuentra su riqueza en la liturgia porque es en la liturgia donde se experimenta ese encuentro tan misteriosa y plena con Jesucristo. Por tanto, la fe celebrada conlleva a una acción traducida en la vida cotidiana. De esta manera cabe destacar que la catequesis encuentra su valor efectivo en su carácter celebrativa. Tanto los catequistas como los catequizandos, están llamados a construir su misión en la fuente y culmen de la vida cristiana (cfr. Sacrosanctum Concilium, n 10), que es la liturgia. Y específicamente en la Eucaristía, porque es en ese sacramento donde Jesucristo actúa en plenitud para la transformación de los hombres (Catechesi Tradendae, n 23). Por tanto, la liturgia y la catequesis no pueden existir separados, sino, más bien, se complementan. Aprendamos a acompañar la fe sin descuidar su aspecto celebrativo porque esa acción fortalece la vida cristiana.
Los catequistas viven su vocación de servicio de manera plena a medida que acompañan el proceso de formación de la fe de los catequizandos con el uso adecuado del método y contenido. En esta acción pastoral se debe resaltar siempre que, acompañar en la catequesis, es dirigir al catequizando a un encuentro personal con Jesucristo, utilizando la metodología precisa para que se efectúe la comunión con Dios y el prójimo.
El encuentro personal con Jesucristo se experimenta en su plenitud en la eucaristía. Por tanto, en este año de gracia, Año de la Eucaristía, los catequistas están llamados a celebrar la fe a medida que se profundiza en los encuentros de catequesis. La fe celebrada hace posible que los catequistas y catequizandos experimenten cada vez más plena la comunión con el Señor. El mismo Jesús alimenta a la familia de la catequesis con su presencia real y verdadera en la Santa Misa. En cada celebración litúrgica, el corazón se regocija de la presencia celestial y se llena del gozo eterno. Con la gracia recibida en la eucaristía se crece en la fe y se fortalece el espíritu de servicio, para responder a la vocación de ser catequista anunciando al Señor Jesús y celebrando el anuncio que vivifica a la comunidad eclesial.