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Por: Hno. José Miguel Villaverde, SSP
Un viernes de marzo de este año, en una cama de hospital, María, enfermera de profesión, partía a la eternidad por el Covid-19; tras largas jornadas de lucha, su cuerpo no resistió más. A los pocos días, en otra ciudad del Paraguay, pasó lo mismo con Marina. Ambas mujeres, madres de familia, como muchas que han partido durante este tiempo. A ellas nuestro homenaje en este mes patrio y mes de las madres.
Quizá los santorales jamás podrán abarcar la santidad maternal en todo su esplendor: amas de casa, profesionales y consagradas que viven la maternidad espiritual. Ya en los momentos más críticos de nuestra amada patria, han sido ellas, las madres, las que nos han levantado, las que lo han dado todo, como la viuda de los Evangelios, como la Virgen María junto a la Cruz. Basta salir de nosotros mismos un instante para darnos cuenta que ellas nos siguen acompañando, sea en la enfermedad, sea en los esfuerzos y los logros, sea desde la eternidad.
En este mes que, junto a las fiestas patrias y el día de la Madre, celebramos Pentecostés. Podemos invocar al Divino Espíritu para que nos ilumine y así sepamos qué es para cada uno de nosotros el “darlo todo”. El Espíritu Santo, que da luces en el discernimiento, también ha de ayudarnos a vivir más en clave de un “nosotros”, alejados cada vez más de los egoísmos que nos siguen estancando, que nos siguen minando. En una patria de hermanos, que es tan generosa con los necesitados, ¿Acaso no está la bondad de Dios que nos bendice con su presencia?
Solo nos falta dejarnos iluminar por la Pascua. Con ojos de fe hoy agradecemos a Dios por estas y otras madres que dan, dieron y darán la vida por un país en el que todos puedan vivir en justicia y en paz.