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Por: P. Domenico Soliman, ssp
Artículo: P. Domenico Soliman, ssp - Postulador General de la Familia Paulina
Traducción del italiano al español: Hno. José Miguel Villaverde, ssp
El 21 de diciembre de 2020 el papa Francisco ha autorizado a la Congregación de las Causas de los Santos promulgar el Decreto correspondiente a las virtudes heroicas del Siervo de Dios Bernardo Antonii, sacerdote de la Diócesis de Verona y miembro del Instituto Jesús Sacerdote de la Familia Paulina.
Un día de gloria y de fiesta que envuelve a toda la Familia Paulina por este gran regalo, justo cercanos a la Navidad. El P. Bernardo ha sido un don sobre todo para la Iglesia Católica en Rusia y en Kazakhstan, después de la caída del comunismo, porque se prodigó de modo incansable en su misión siguiendo las huellas de san Pablo y del beato Santiago Alberione.
Aquí un breve perfil del P. Bernardo Antonini, nacido el 20 de octubre de 1932 en Cimego (Italia) y muerto en Karaganda (Kazakhstan) el 27 de marzo de 2002.
El Venerable Siervo de Dios Bernardo Antonini nació en Cimego (Trento, Italia) el 20 de octubre de 1932. Poco después de su nacimiento, la familia se mudó a Raldon (Verona). En 1943, el Venerable fue admitido en el Seminario diocesano de Verona. Ordenado sacerdote el 26 de junio de 1955, fue nombrado vicario parroquial de San Michele Extra en Verona. En 1962 obtuvo la Licenciatura en Teología Dogmática por la Facultad de Teología de Venegono. De 1956 a 1972 fue profesor en el seminario menor de Verona. En 1975 obtuvo la Licenciatura en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma e inició la docencia en el Studio Teologico “San Zeno” y en el Instituto “San Pedro Mártir” en Verona. En 1977 entró a formar parte dle Instituto Secular Sacerdotal “Jesús Sacerdote”, fundado por el beato Santiago Alberione, emitiendo los votos perpetuos el 5 de abril de 1991. En 1980 fue encargado de la formación del clero joven.
En 1989, con la “Era Gorbaciov” y la consiguiente apertura del mundo soviético, el Venerable fue a Moscú como estudiante y misinero, ofreciendo su propia colaboración a Mons. Tadeusz Kondrusiewicz, en aquel entonces Administrador Apostólico para toda la Rusia europuea y, luego Arzobispo de la Madre de Dios en Moscú. En 1993, el Venerable fundó y dirigió en Moscú el Seminario Reina de los Apóstoles, donde enseñó Sagrada Escritura. Formó a los primeros sacerdotes católicos rusos. Dio vida y coordinó las actividades del periódico “Svet Evengelija” y del Instituto Teológico “Santo Tomás de Aquino”. En 2001 fue enviado a Karaganda, Kazakhstan, Iglesia muy pobre, donde se encargaría de la vice-rectoría del Seminario Mayor, de la dirección del periódico de la Diócesis y Vicario episcopalpara la pastoral.
Allí murió el 27 de marzo de 2002 a causa de un aneurisma.
El P. Antonini vivió heroicamente la virtud de la fe. Fue un hombre extrovertido, valeroso, lleno de vitalidad y generoso. Fue devoto de la Madre de Dios, a la que invocaba con el rezo del Rosario. En los cambios iniciados en Rusia en 1989, vio cumplidas las promesas de Fátima referentes a la conversión del país. La Iglesia entonces le pidió ir a Moscú. Vio la fe como la esencia de su sacerdocio misionero, que se basaba en el amor y el celo por la Palabra de Dios, que deseaba anunciar “hasta los confines de la tierra”.
Acerca de la heroica virtud de la esperanza, la perspectiva d elos bienes futuros sostiene al Siervo de Dios en el empeño misionero. Ante las situaciones desesperanzadoras, exhortaba a no preocuparse, porque el Señor –decía– ha muerto por nosotros y la Iglesia está en sus manos. Leía con esperanza los sucesos históricos del tiempo.
El Venerable amaba al Señor sobre todas las cosas: lo manifestaba la prontitud para desprenderse, sus relaciones encaminadas al bien del otro, el haber puesto todas sus capacidades al servicio de la gloria de Dios y no de la propia afirmación. Estaba lleno de Dios, hablaba de él en toda ocasión. La caridad heroica hacia el prójimo para el P. Antonini coincidía con la caridad pastoral. No guardaba nada para sí. Del container que se hacía enviar desde Verona, distribuía la mitad para la Iglesia Ortodoxa, considerando aquello como “caridad ecuménica”. Hacía sentir a cada uno como importante y único. Ayudaba a quien se lo pidiera también a costa de pasar como ingenuo, antes de descuidar al necesitado.
En este Año Bíblico de la Familia Paulina, don Bernardo Antonini nos sirve de ejemplo “Para que la Palabra del Señor corra”. Revivamos el don de nuestra vocación paulina y siguiendo las huellas de nuestro Fundador también hagámonos disponibles para “hacer algo por los hombres del nuevo siglo”, con alegría, creatividad y profecía evangélica.