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Por: P. Denis Báez Romero, SDB
Queridos hermanos, para este domingo 23° durante el año, rezamos con el Evangelio según San Mateo 18, 15-20
Invocación al Espíritu de Dios
Señor, ayúdanos a convivir en comunidad, siendo piadosos y compasivos con nuestros hermanos, para que juntos podamos vivenciar tu misericordia. Que la reconciliación siempre sea nuestra herramienta para estar en fraternidad y comunidad.
Análisis de contenido
Queridos amigos: La lectura evangélica de este domingo está centrada principalmente en la vida de la comunidad cristiana. Es en ella que muchas veces se producen las ofensas y los enfrentamientos que nos alejan de Dios.
Podríamos decir, que el pecado fundamental que el hombre comete -“si tu hermano llega a pecar”- es la ruptura con uno mismo, que le separa de los demás y de Dios. Por eso, la promesa de Jesús siempre se hace presente para socorrernos, cuando permanecemos dentro de la comunidad, “porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos”. Lo importante es escuchar la llamada a ser misericordiosos y poner siempre en medio de nuestras reuniones a Jesús, para rezar por el hermano que se ha alejado.
Nuestras reuniones, celebraciones, misas, deben ser “en su nombre”; únicamente así serán sostenidas por el Espíritu, guiadas e iluminadas por él, para que logremos tener una vivencia que sea edificante para nosotros, los seguidores del Maestro. Es necesario tener la conciencia clara de que, cuando nos reunimos a escuchar su palabra y sus enseñanzas, lo hacemos en su nombre. Así, nuestra convivencia en la comunidad será más llevadera, porque tenemos la certeza de que Él ora por nosotros al Padre.
Volver a la persona de Jesucristo exige necesariamente a la comunidad cristiana vivir una buena relación con los demás. Aunque haya conflictos, discordias, enfrentamientos, “pecados”, la comunidad cristiana crea ese ambiente propicio para que todos se reúnan en el nombre del Señor. Se trata de resolver los problemas internos que puedan existir y de evitar el posible abandono de la comunidad. Señalaremos algunas características que más resaltan en la lectura evangélica de hoy.
Dentro de la comunidad cristiana esperamos que siempre haya perdón y corrección fraterna. “Ve y corrígele”: hay que tener la iniciativa de ir al encuentro del hermano, de dar el primer paso, de no levantar barreras ni quedarnos en silencio. El diálogo dentro de la comunidad cristiana es fundamental para resolver los problemas. Se trata de crear lazos de fraternidad, de generar un clima de confianza y apertura, de cultivar el celo por aquellos miembros que se han separado de la comunidad, para reintegrarlos a nuestra asamblea.
La experiencia comunitaria genera personas capaces de ser oyentes, de ser auténticas y abiertas para escuchar el testimonio de los demás: “Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos... o tres testigos”. Esta escucha no se hace en el privado, en lo secreto, ni solo para satisfacer intereses personales; existe una gradualidad de la corrección en vistas al perdón. “Ganar al hermano”, es la meta de cada comunidad. Jesús no quiere que ninguno se pierda; como Buen Pastor, va en busca, inclusive, de aquel que se descarría.
También nosotros estamos invitados a salir de nuestro confort, de nuestro mundo privado, para rescatar al hermano, Pero si todas las instancias se agotan y él no nos escucha, es el mismo hermano quien se auto excluye de la comunidad.
El Señor nos ofrece continuamente la ayuda de personas capaces de reconciliarnos; personas mediadoras, que perdonan nuestros pecados en su nombre: “Todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. Muchas veces, como personas frágiles que somos, creamos separaciones; y es en esos momentos que aparece la importancia de la comunidad para reconciliar a quienes se han alejado.
Pese a nuestra limitación, la gracia de Dios hecha perdón nos da fuerza para crear comunión, para transformar nuestra sociedad, para crear un ambiente de misericordia con las personas que nos hicieron daño, y superar el dolor y las enfermedades que nos apartan de la relación cercana con los demás. Estas personas nos ayudan realmente, a través de su mediación, a seguir firmes en la comunidad.
La Iglesia nos brinda espacios de reconciliación. Encontramos en cada parroquia, en cada capilla, personas dispuestas a orientar nuestras vidas y ayudarnos a corregir los errores que hemos cometido, para acercarnos nuevamente al Señor. La comunidad cristiana está abierta para que el pecador pueda hacer experiencia concreta de Dios; para que sepa transformar su vida y valorar al hermano, renovando la conciencia de la presencia en medio de la comunidad de Jesús, que ruega por nosotros al Padre.
Vivencia cotidiana
Mirando la vida de nuestra comunidad, nos preguntamos: ¿Está Jesús en medio de nuestras reuniones? ¿Le colocamos al centro de nuestros proyectos, de cada actividad que realizamos? ¿Nuestra comunidad es una mediación eficaz para recuperar a los hermanos que se alejaron? ¿Somos portadores de reconciliación?