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Una contemplación vivencial de la Cruz

Por: Hno. José Aguilera, OFM Cap

Para los cristianos, la cruz nos ha acompañado siempre, y de tan familiar que ella es, a veces, nos dice poco y nada, la hemos “domesticado”. En la historia de los santos, al contrario, vemos una contemplación vivencial de la cruz. Como san Pablo, ellos se veían y se sentían crucificados en Cristo y esto los fortalecía y animaba a perseverar. ¿Será que nosotros, hoy, en lo cotidiano podemos hacerlo? ¿Cómo lo haríamos?

Si bien es cierto que la Cruz es también signo de injusticia, traición, soledad, dolor y muerte; mas Ella es signo de resurrección y de vida en abundancia. Es aquí donde San Pio de Pietrelcina se convierte en un maestro de oración e identificación con el crucificado para los hombres y mujeres de nuestro tiempo moderno: frenético y disperso.  Él nos enseña a contemplar la Cruz, mirando con los ojos de la fe la vida que hay detrás de tantas contrariedades. Y es aquí donde la Cruz nos invita a dar pasos, pasos de confianza en los momentos críticos de nuestra vida, caminando hacia Dios, pues habiéndonos fallado todas nuestras seguridades terrenas, ¡hasta nuestras propias fuerzas! El único que nos queda es Dios.

Este ejercicio cotidiano de oración caracterizó la vida del Padre Pio, quien más allá del dolor, se identificaba con Jesús en la cruz en el día a día. Para nosotros esto podría ser morir a todo lo que nos aleja de Dios y los hermanos, para resucitar con Él y por Él.

Que la contemplación de la Cruz sea fuente de valor y entrega confiada al Padre para que cada uno de nosotros, sus hijos, podamos ir creciendo en estatura, sabiduría y gracia a imagen del hombre perfecto Jesucristo nuestro hermano.

Paz y Bien