Noticias
Por: P. Denis Báez Romero, SDB
Celebramos el día del Señor, en el Domingo 12° durante el año, rezando con el Evangelio según san Mateo 10, 26-33.
Invocación antes de encontrarnos con su Palabra:
Padre bueno, acompáñanos en éste camino que emprendemos hacia ti; guíanos a superar los miedos que podamos encontrar en ella, tú siempre sales a nuestro encuentro para motivarnos diciéndonos: “yo siempre estaré con ustedes”.
Análisis de contenido:
Queridos amigos: Dentro del proceso del año litúrgico, la Iglesia nos enseña, a través de los “tiempos fuertes”, a vivir la experiencia del encuentro profundo con el Resucitado. Nuevamente nos estamos ahora embarcando en este tiempo que llamamos “ordinario”, para hacer camino, para experimentar el proceso de la fe y para alimentarnos de la Palabra en este largo periodo. Como el camino muchas veces se prolonga, nos asalta el “miedo” de perder de vista al Señor y sentirnos solos en este éxodo, pero estamos bajo la mirada del Padre que nos acompaña.
Los apóstoles, al ser llamados por Jesús, compartían aquella concepción del Mesías que tenían los judíos: pensaban que iban a encontrar en el Maestro su “propia seguridad”, respaldada por la presencia de Jesús; sin embargo, se sintieron amenazados y faltos de seguridad cuando Jesús les dijo que serían “enviados como ovejas en medios de lobos”, y “cuando les persigan, vayan a otro lugar”.
Jesús siempre toma la iniciativa y nos motiva, a pesar del miedo y fracaso que podamos experimentar, con la clara invitación del “no tengan miedo; yo estaré con ustedes”. Su ausencia en medio de los discípulos después de la resurrección, ha desmoronado aquella seguridad que ellos tenían, pero en el Cenáculo, en el día de Pentecostés, escuchan el anuncio de la venida del Consolador, que les acompañará y les dará confianza, a pesar de sus miedos.
Jesús nos habla al oído, a escondidas, en forma privada, pero nos invita a tener coraje y anunciar su persona públicamente. Superar el miedo, las dificultades, los apegos que tenemos, los amigos que formamos, el reconocimiento y las atenciones que recibimos. Todo esto nos da seguridad; pero lo importante es dar testimonio de Jesús en las pruebas y en los momentos críticos que podamos vivir.
Cuando nos entra el miedo y se pone en riesgo nuestra seguridad, entonces debemos buscar el modo de tener coraje en las persecuciones, de hablar francamente y sin temor delante de los demás, de ser luz y no ocultar el mensaje de Jesús, de hablar abiertamente y de no avergonzarnos de la cruz de Cristo.
Como personas humanas, frágiles en nuestra naturaleza, sentimos miedo, pero no debemos ser superficiales. Debemos ser constructores de una Iglesia que sale al encuentro del necesitado, debemos ser anunciadores del mensaje de esperanza, de proclamar nuestra fe y ser amantes de Cristo sobre todas las inseguridades, con la certeza y la confianza de que Dios no nos abandonará, ya que él tiene contados inclusive “hasta los cabellos de nuestra cabeza”.
En este mundo tan caótico, tan acelerado, muchas veces nos sentimos perdidos, afligidos, desconsolados y solos. Y no nos damos cuenta de que tenemos un Dios que nos espera con los brazos abiertos. Existen dificultades en nuestra vida, muchas veces necesitamos de la ayuda de Dios, principalmente en los momentos de enfermedad, pero rehuimos pasar por la cruz de Cristo y queremos solucionar enseguida el problema: pretendemos que Él intervenga, y lo exigimos “ya ahora”.
Algunas veces es importante mirar el pasado, para reflexionar y aprender de él en nuestras vidas. Dios respeta nuestra libertad, pero pide nuestra colaboración. Nosotros pensamos que, hablando mucho, consolamos a la gente en situaciones difíciles, en la enfermedad en que se encuentran, remediando la situación; y no pensamos que solo con un gesto, con el cariño, con la sonrisa y el silencio logramos más que con montones de palabras.
Todos necesitamos de apoyo, acompañamiento y, sobre todo, de la presencia de Dios en nuestra vida. Ayúdanos Señor Jesús a acercarnos a ti; ayúdanos a sostenernos en este largo proceso de camino espiritual, con la certeza y la fortaleza que nos da el saber que estamos en tu mano.
Propuesta para la meditación semanal:
Como cristianos creyentes, cuando sintamos miedos, pongamos nuestra confianza en el amor de Dios, recurramos también a la oración cuando nos asalta el temor. Cuando se derrumba nuestra fe, confiemos en sus entrañas de misericordia, ya que Él jamás nos abandona. Cuando sintamos aumentar nuestra debilidad y tomemos conciencia de nuestra condición de vulnerables, roguemos al Padre para que venga en ayuda nuestra.