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Por: Hno. José Miguel Villaverde, SSP
Seguimos transitando por un tiempo inesperado, que sí o sí nos obliga a detenernos a contemplar lo que antes dejábamos pasar desapercibido. Y es entonces que, en este mes de mayo, mes en el que celebramos la Independencia Nacional y el Día de las Madres, podemos dirigir nuestra mirada a esa fe contundente de la mujer paraguaya, fe que evoca la fe de María, mujer creyente, que experimentó en su vida que para Dios no hay imposibles.
Durante el período de cuarentena, quedándonos en casa, ¿No nos hemos dado cuenta acaso del inmenso trabajo de muchas mujeres, que día a día se quedan en casa? ¿No valoramos un poco más lo que cuesta ir al mercado, tener todo listo y a tiempo? En lo cotidiano, en esos detalles que a veces no vemos, se encuentra encendida y fuerte la llama de la fe de tantas mujeres, que a diario ponen el hombro y la vida, por esta Nación.
En este Mes queremos, más que homenajearlas, admirar la fe de aquellas que reconstruyeron nuestra Patria, de las que, con su santidad de vida, perfumaron este suelo paraguayo, de las que, siendo madres, trabajadoras, profesionales, amas de casa, consagradas, etc., nos dan ejemplo de perseverancia, esperanza y servicio.
¡Qué grande es tu fe, mujer paraguaya!, que abrazas a tus hijos y juntos salen adelante, enseñándonos el valor de la familia, del compartir y no dejarse llevar por afanes egoístas.
¡Qué grande es tu fe, madre de mi pueblo!, que mientras te olvidan los poderosos, te unes a tus vecinos para ver cómo ayudarse, cómo cuidarse en medio de la cuarentena.
¡Qué grande es tu fe, mujer gloriosa!, que cada mañana enciendes una vela a la Virgen, y ambas, en la intercesión y el servicio, sostienen a toda una Nación. Que aprendamos de tu fe, para ser cristianos solidarios, valientes y comprometidos.