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Por: Diác. Gustavo José Oubiña
“¿Tú Señor me vas a lavar los pies a mí?” (Jn 13,6)
Así comienza este diálogo entre Pedro y Jesús. ¡Cómo nos sentimos reflejados cada vez que Simón se encuentra con el Señor! El miedo, la incomprensión, la duda, la negación, la confianza, el llamado, la misión, la reconciliación, el amor.
Sin duda, es una pregunta que ninguno de nosotros puede dejar de hacerle al Señor y que hoy también debemos realizar. “¿Tú Señor me vas a lavar los pies a mí?” ¿Por qué nos costará tanto dejarnos servir por Jesús? ¿Es simplemente porque tomamos conciencia de quién es Él? ¿O acaso nos resistimos a la idea de que Dios sea haga esclavo por amor?
Automáticamente surge en el corazón la misma respuesta de Simón: “No, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!” (Jn 13,8). Pedro no entiende. No comprende la lógica del amor. “El amor consiste en que Dios nos ha amado primero y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Y si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros” (cfr. 1 Jn 4,10-11).
Jesús hoy te quiere lavar los pies. Pies que se han ensuciado de tanto andar. Pies que posiblemente estén cansados, heridos e infectados. El Señor ha venido para lavarte, para purificarte, para sanarte. Para que una vez más puedas ponerte a andar. ¿Te dejás lavar por el Señor?
“¿Tú Señor me vas a lavar los pies a mí?” (Jn 13,6) “Si yo no te lavo no podrás compartir mi suerte” (Jn 13,8). Sólo el que se deja amar por el Señor puede compartir la suerte de amar como Él nos amó, hasta dar la vida por los demás. (cfr. Jn 15,13).
Jesús en la Última Cena, ha revelado con todo su esplendor que Dios es amor que se derrama, se parte y se entrega para transformar nuestra vida en don para los demás.
“¡¿Tú Señor me vas a lavar los pies a mí?! (Jn 13,6) Digamos junto a Simón: “Entonces Jesús no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza” (Jn 13,9). Lavanos, Señor, para que podamos ser también nosotros sacramentos de tu amor. Amén.