Por: Hno. José Miguel Villaverde, SSP

“¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está cerca!”, dice el Profeta Isaías (Is 55, 6) en una urgente llamada que hoy también se nos hace a nosotros, para experimentar la ternura y misericordia de Dios en medio del destierro, del desierto, de los momentos difíciles. Ha comenzado el tiempo de Cuaresma y la voz del Profeta nos deja una interrogante: buscar al Señor, llamarlo, sí, pero ¿dónde él se deja encontrar? 

Buscarlo en lo esencial. A menudo estamos rodeados de cosas y situaciones superficiales, que nos descentran, nos encierran en nosotros mismos. La Iglesia nos propone vivir el tiempo cuaresmal ayudados de la oración, el ayuno y la limosna, prácticas más que necesarias para liberar el corazón, la mente y la voluntad y así acercarnos más a Dios, a los hermanos y a nosotros mismos, ¡Lo esencial! 

Invocando su presencia en nuestros desiertos, allí cuando más duele, cuando más cuesta. Este es un tiempo precioso para tomar la Biblia, acudir a su presencia eucarística, dejarnos reconciliar en el sacramento. La Liturgia nos ofrece una sabia selección de textos bíblicos que bien podemos aprovechar no solo en las Misas, sino también en el colectivo, con los amigos, en la vida de cada día, ¡Al menos unos minutos! 

Él está cerca, muchas veces donde menos lo pensamos: en el familiar con fiebre al que acompañamos, en el amigo que vino a contarnos sus problemas, en quien retorna a la Iglesia luego de mucho tiempo, en la familia que nos espera cuando llegamos del trabajo, en ese hermano que cuesta abrazar... Hoy es el tiempo favorable, en la persona del Crucificado encontramos la esperanza de la gloria (Cf. Col 1, 27).

María junto a la Cruz, la mujer del Sí, valiente testigo del amor, nos ayude a buscar al Señor, allí precisamente donde Él se deje encontrar.