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Por: Sor Natalia Romero, Hija de la Caridad
Este año se cumplen 140 años de la llegada al Paraguay de la primera congregación femenina: la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.
La Compañía, fundada en Francia en el siglo XVII por San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, con la protección maternal de María Santísima y la bendición de Dios, fue extendiéndose a los cinco continentes.
El 12 de febrero de 1880 es la fecha que da inicio a una nueva página de la historia nacional, la del amor afectivo y efectivo de tantas Hermanas que desde ese día, hasta hoy, tratan de honrar a Jesucristo, como el manantial y modelo de toda caridad, sirviéndole en la persona de los pobres, ya sean enfermos, niños, jóvenes, ancianos, sea cual sea su necesidad.
Junto a sacerdotes de la Congregación de la Misión, también fundada por San Vicente de Paúl, fueron tres las primeras Hijas de la Caridad en asentarse en tierra paraguaya, Sor Hortensia Calmels (francesa), Sor María de la Luz Jiménez (mexicana), y Sor María Laureana Dávalos (paraguaya), venían desde Buenos Aires con la misión de contribuir a la reconstrucción nacional luego de la devastadora guerra de la Triple Alianza. Ellas tuvieron la dicha de preparar y mostrar el camino a las demás.
Al llegar a Asunción se instalan en el Hospital de Clínicas donde sirven a los enfermos, más tarde fundan el Colegio de la Providencia, se hacen cargo del Hogar Nacional de Niños y Ancianas. Poco a poco, con el surgimiento de nuevas vocaciones, se abren comunidades en Sapucai, Carapeguá, Arroyos y Esteros, Yuty, Yby Ya’u, La Paloma y otras más. Con el paso del tiempo y debido a diversas circunstancias, una de ellas, la reducción del número de Hermanas, se fueron tomando difíciles opciones para dejar varias obras e instituciones históricas, y dar inicio a otras tratando de responder, con fidelidad y disponibilidad siempre renovadas, a las nuevas pobrezas.
Para seguir escribiendo esta historia de amor hecho servicio y entrega generosa, dejémonos interpelar por las palabras de San Vicente que aún hoy, resuenan con gran fuerza y actualidad: “busquemos incluso a los más pobres y abandonados; reconozcamos delante de Dios que son ellos nuestros señores y nuestros amos”, y también las de Santa Luisa “…tengamos un corazón generoso que no encuentre nada difícil por la gloria de Dios".
Que este aniversario permita a toda la Familia Vicentina del Paraguay crecer en fidelidad al carisma y renovar su entrega a Cristo en los Pobres, ya que “el camino de la caridad que se abre ante nosotros es casi infinito” Papa Francisco.