Por: Hno. José Miguel Villaverde, SSP

¿Qué es lo que hace que nos pongamos en camino, sino el amor? Ese amor que llevó a Jesús a encaminarse decididamente a Jerusalén (Lc 9, 51), que cada mañana nos mueve a iniciar la jornada, planificar el año, volver a clases, alistar las cosas para ir de misión. Coincidiendo con el inicio de las actividades del año, empezaremos también el ejercicio de la cuaresma, con el que somos invitados a volver la mirada a Cristo crucificado, para que, cargando la cruz con Él, podamos gozar de su amor resucitado.

Nos ponemos en camino hacia los otros, saliendo de nuestras seguridades, creando puentes, reconciliándonos. En las misiones que hemos participado o participaremos podemos encontrarnos con otros hermanos.  Llevando la Palabra de Dios a otros, podemos también nosotros escuchar la Palabra divina en boca de nuestros destinatarios de misión.

Un camino con los otros, pues el caminar cristiano no es aislado del resto, precisa de saber ayudarnos. Mientras que en algunos lugares está de moda la autorreferencialidad, la búsqueda de la plenitud personal o “el milagro para mí y solo para mí”, la invitación de Jesús es a avanzar con otros, e incluso bajar la velocidad, para tomar de la mano al que cae y, juntos, proclamar la Palabra.

En camino de conversión, que no implica buscar con insistencia las reglas para ayunar o abstenerse, sino que sobre todo significa mirarnos en Cristo, y, tomando conciencia de nosotros, a la luz de Cristo, sepamos renunciar, abstenernos, ayunar, de todo aquello que nos pueda esclavizar, o entorpecernos a la hora de amar mejor, de entregar la vida.

Jesús, Maestro y amigo, nos ayude a ponernos en camino, abrazados a su Cruz, asumiendo consecuencias, madurando en la fe, la esperanza y el amor.