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DOMINGO I DE ADVIENTO

Por: P. Gilbert Kannikattu, SSP

Hoy es el primer domingo de Adviento, el "domingo de la esperanza". Comenzamos nuestra peregrinación anual a través de las escenas y acontecimientos de nuestra historia de salvación. El Adviento es un momento para mirar hacia atrás y hacia adelante. Miramos hacia atrás mientras nos preparamos para celebrar el nacimiento histórico de Jesús. Al mismo tiempo, esperamos con ansias su segunda venida, a la vez que nos preparamos para acogerlo en nuestra vida cada día. El Adviento es una celebración del Cristo que fue, que es y siempre será. En otras palabras, Cristo ha venido una vez, vendrá de nuevo; y, de hecho, nunca se ha ido, está continuamente presente en su Iglesia.

En la liturgia de hoy, cada uno de nosotros estamos llamados a estar siempre atentos y listos haciendo nuestros preparativos personales para recibir a Jesús en nuestro corazón, todos los días; para que nos reciba en su reino cuando venga de nuevo en su gloria. Vemos los signos tradicionales del Adviento en nuestra Iglesia: vestiduras moradas, austeridad en la ornamentación y la corona de Adviento. Encendemos una vela en esta corona cada domingo hasta que los cuatro estén encendidas. Estas señales nos recuerdan que estamos esperando que Jesús vuelva a nacer en nuestras vidas. Lo haremos practicando los valores del Evangelio, viviendo el amor, la misericordia, la compasión y el perdón.

En la primera lectura de hoy, el profeta Isaías describe su visión profética de todas las naciones que peregrinan a Jerusalén, afirmando su fe en el único y verdadero Dios. El profeta espera con ansias el momento en que la Alianza entre Dios y su pueblo se extienda a todas las personas, para que todos puedan vivir en paz y armonía con Dios y sus semejantes. En la segunda lectura, San Pablo, exhorta a la comunidad cristiana romana a prepararse para encontrarse con Jesús en su segunda venida, liberándose de todo cuanto nos enajena de Dios, del prójimo y de nosotros mismos. También nosotros, tenemos el desafío de hacer preparativos espirituales para el nacimiento de Cristo en nuestro hogar y en nuestra vida personal.

En el Evangelio de hoy, Jesús nos advierte la urgencia de la preparación vigilante de nuestra parte, para que podamos encontrarnos con él como nuestro juez compasivo el día del Juicio Final, cuando venga en su gloria. Jesús nos recuerda cómo las personas impenitentes y mal preparadas fueron arrasadas por el diluvio en la época de Noé y que, el Juicio llegaría como un ladrón, sin previo aviso. Usando otros ejemplos, Jesús repite su advertencia para que estemos atentos y hagamos la voluntad de Dios amando a los demás.

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Aquí te propongo algunas sugerencias para ayudarnos a prepararnos para este tiempo de Adviento para que podamos recibir al recién nacido en nuestros corazones y nuestras vidas.

1) Cómo estar alerta y atentos en el espíritu del Evangelio de hoy.  Cada mañana, cuando nos levantamos, oremos: "Señor, muéstrame a alguien hoy con quien pueda compartir tu amor, misericordia y perdón".  Santa Teresa de Calcuta (Madre Teresa), dijo una vez: "Hagas lo que hagas en tu familia, por tus hijos, por tu esposo, por tu esposa, lo haces por Jesús".  Todas las noches, cuando nos acostamos, nos preguntamos: "¿Dónde he encontrado a Cristo hoy?" La respuesta será el don del Adviento de Dios para nosotros ese día. Hay un dicho acerca de ser salvados, que se remonta a santo Tomás de Aquino: "Sin Dios, no puedo y sin mí, no lo hará."

2) Tenemos que ser atentos: Estamos tan orientados al futuro que con frecuencia olvidamos el presente por completo.  Pasamos demasiado tiempo tratando de protegernos de futuras desgracias. Ahorramos para un día lluvioso, para casarnos, para comprar una casa, para enviar a los niños a la universidad, para jubilarnos con comodidad y para protegernos de futuras desgracias con variedad de seguros. Pero debemos estar más despiertos espiritualmente y estar preparados en clave de eternidad. Hagamos de este tiempo de Adviento un tiempo de preparación,de continua conversión.

Que el Niño Jesús, nacido en Belén, nos bendiga con la gracia de estar siempre atentos y estar preparados para recibirlo en nuestras vidas con humildad, arrepentimiento y compasión por cada uno, para que podamos experimentar los el saludo de los ángeles, "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor".

Amén.