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Por: Pablo de María
Señor, qué autosuficiente me he sentido a veces
con ganas de controlar mis días;
mi ímpetu de arrasar con todo,
mi ansia adolescente de vivir a mil por hora.
Pero olvido tanto, que soy tan frágil,
que mi vida es un soplo:
me duermo entre rencores,
me enquilombo con tan poco,
como si mi mañana estuviese asegurado,
como si por mi vida yo te hubiese cancelado.
¿Qué es el hombre en un avión?
¿Qué es el hombre al cruzar la calle?
Si no tiene asegurado el aterrizaje,
si no sabe si llegará a casa.
Sin tu aliento que todo lo recrea, se decae;
un solo dolor tan leve, lo altera;
si llueve en la gran ciudad y se va la luz,
¿Acaso no se vuelve de nuevo un hombrecito?
Pero tú, Señor, eres mi paz,
en tu mirada yo vivo, abrazado a tu presencia;
hazme gozar cada día, de lo bello del presente,
donde estas tú, reinante.
Y cuando el lunes me golpee, cuando lo cotidiano me haga resistir, o se levanten contra mí...
Tú, Señor, sigue siendo mi paz.
Amén.