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Por: Hno. Tomás Sosa, OFM Cap.
“El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su misericordia. El Señor vuelva su mirada sobre ti y te conceda la paz” (Nm 6,22-27).
El primer día del año, la liturgia de la Palabra nos regala esta que es considerada la bendición de las bendiciones, la que el mismo Dios ofrece a Aarón y a sus hijos y a través de ellos a todo el pueblo de Israel.
En esta oración de bendición vemos la primacía que tiene Dios en todo, pues Él es el origen de todo bien y es Él quien nos ofrece su protección, su luz y su misericordia. Qué hermoso es sentirnos mirados por Dios, la mirada es siempre el modo más profundo que tenemos para entrar en sintonía con otra persona, los ojos son las puertas del alma y Dios nos mira con misericordia.
Además de ese vínculo tan profundo con el Señor, también en esta bendición Él nos concede la paz; en este día en el que celebramos la Jornada Mundial de la Paz, somos invitados a ser hombres y mujeres que trabajemos incesantemente por establecer vínculos sanos, maduros, relaciones liberadoras en nuestros encuentros cotidianos con los demás. Seamos instrumentos de la paz del Señor.
No en vano San Francisco de Asís, inspirado en la Palabra de Dios, cuando desea ofrecer un regalo muy especial para uno de los frailes a quien mucho estimaba, hace suyas las palabras de esa bendición aarónica y se las dedica a fray León, quien a su vez recibió dicho presente y lo conservó consigo hasta el final de su vida.
Hermanos, hermanas, habitualmente el contexto de las fiestas que estamos viviendo se da en un ambiente en el que intercambiamos regalos que son significativos para las personas que amamos y qué hermoso es eso; mas en este día, ¿qué tal proponerme a mí mismo regalar paz a todos aquellos que se acercan a mí? ¡Ésta sería la mayor de las bendiciones para quienes me rodean y quizá muchos guardarán esa paz para siempre en sus corazones. Animémonos.