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Reflexiones peregrinas
ES PERDONANDO COMO SE ES PERDONADO

Por: Hno. Mariosvaldo Florentino, OFM Cap.

 

Es esta conocida frase encontramos una preciosa síntesis de la doctrina cristiana del perdón. Jesús muchas veces nos habló del amor misericordioso del Padre que quiere siempre perdonarnos y devolvernos la dignidad de hijos, perdida por nuestros pecados y egoísmos. Él no quiere perder a ninguno de sus hijos. Como un pastor cuidadoso, sale a buscar la oveja descarriada, no para castigarla, sino para traerla sobre sus hombros al redil. Dios tiene una infinita capacidad de perdonarnos, aun cuando nuestros pecados son muchos y terribles.

Sin embargo, Jesús nos enseñó que, si no somos misericordiosos, si no recordamos que nosotros también hemos sido y somos perdonados, no podremos experimentar la misericordia de Dios, tal cual lo vemos en la parábola de los dos deudores (Mt 18, 21-35). ¿Qué pasará si el Señor, bueno y misericordioso, nos encuentra aún encerrados en nuestros resentimientos, cerrazones y disputas?

El cristianismo es una escuela de misericordia y perdón. En primer lugar, somos llamados a descubrir el amor misericordioso de Dios, siempre disponible al abrazo y a la reconciliación sin importar la gravedad de nuestras faltas. A su vez, el Seños nos pide que hagamos lo mismo con quienes nos fallan, que seamos igualmente generosos en el perdón. De hecho, hasta en la oración que nos enseñó Jesús y que repetimos con fe, dice: «perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Y en su explicación el Maestro insistió que es muy importante perdonar de corazón, para ser perdonados.

Debemos, por lo tanto, aprender a ser «misericordiosos como el Padre», pues este es el único modo de no excluirnos de la fiesta celestial. Sin querer calcular el número de veces que perdonamos, pues el perdón sincero es una disposición del corazón que no admite matemáticas o justificaciones. Paz y bien.