Por: Hno. José Miguel Villaverde, SSP

“Nos ardía el corazón cuando nos explicaba las Escrituras” (cf. Lc 24, 32) es la cita Bíblica inspiradora del Año de la Palabra que celebramos con alegría y solemnidad en el Paraguay desde el 8 de diciembre pasado. Se podría decir que quizá no se pudieron llevar a cabo algunas iniciativas planteadas para este año especial; sin embargo, la Palabra del Señor no dejó de brillar y anunciarse en muchos rincones de nuestro País, con nuevos medios, ¡cuando ha sido más necesaria que nunca!

Esa misma Palabra hizo arder el corazón de muchos, al punto de no acallar su mensaje, traspasando distancias sociales y fronteras, Ha sido, y viene siendo, digno de asombro y gratitud, el empeño que muchos hermanos y hermanas dedican a compartir enseñanzas, experiencias y testimonios en torno a las Sagradas Escrituras: temas, retiros, conferencias, conversatorios; ¡Hemos intensificado juntos el camino hacia el vasto continente digital!

Pero, ¿qué tiene esta Palabra que no ha podido ser silenciada por las “sombras de muerte” que se ciernen sobre nuestro País y el mundo entero?

Es Palabra que transforma, que convierte una fría pantalla en un nuevo lugar para predicar el evangelio; que da audacia a los bautizados y los hace testigos de Cristo, usando diversas herramientas digitales, nuevos lenguajes de comunicación. Es Palabra de amor y consuelo, que anima al solitario, que da fuerzas al que está agotado, que recuerda que “nadie se salva solo”.

Hoy ya no sólo somos “una sola alma y un solo corazón”, también nos hacemos “una sola pantalla”. Feliz del creyente que, con el corazón en ascuas, hace uso de todos los medios posibles, para que a nadie le falte la Palabra que salva, la Biblia en cada hogar: impresa, hecha canción, hecha imagen, hecha sonido y abrazo a la distancia