Por: Hno. José Miguel Villaverde, SSP

Vivimos aceleradamente cada día, se oye decir que esta parte del año “se pasa volando”, pero, ¿Aprovechamos cada instante de nuestras vidas? ¿Somos conscientes del momento presente? Mirando alrededor, podría brotar de nosotros una sincera acción de gracias por el día, por quienes están a nuestro lado, aquí en la tierra o en presencia de Dios: “Bendice alma mía al Señor, ¡Dios mío qué grande eres!” (Sal 103).

Con la acción de gracias nos unimos a toda la Iglesia, incluyendo, por la Comunión de los santos, a aquellos que han partido de este mundo, por quienes elevamos nuestra oración y recuerdo, con huellas de dolor y de esperanza en la resurrección. También hemos de sentirnos unidos a los santos y santas de Dios, los que ya gozan de la presencia del Señor e interceden por nosotros: canonizados, beatificados o en proceso, y aquella multitud de santos (abuelos, papás, vecinos, amigos), santos de la puerta de al lado… ¡Te damos gracias, Señor, como pueblo de tu propiedad! 

Sin embargo, nuestra acción de gracias aún no puede completarse. Seguimos con tareas pendientes: Muchos jóvenes aún están bajo el yugo de la pobreza, de las adicciones, de la indiferencia, de la falta de oportunidades, ¡Y de la falta de fe! En una Nación como la nuestra, con rostro joven, preguntémonos qué estamos haciendo por ellos. Pidamos al Señor, que haga resonar su voz, porque “Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida” (Christus Vivit 1). Que, junto con los jóvenes, a nosotros también nos levantemos, ¡Bendice Señor, nuestro siempre joven Paraguay! 

Que el Amor nos vuelva peregrinos, nos levante y nos saque de nuestras comodidades, para ser juntos portadores de la Voz del Señor; para ello, sigamos el consejo del siervo de Dios Pedro Arrupe: “¡Enamórate! ¡Permanece en el amor! Y todo será de otra manera”.