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Por: P. Denis Báez Romero, SDB
Queridos hermanos, iniciamos un nuevo Año Litúrgico, y en el 1° Domingo de Adviento rezamos con el Evangelio según San Marcos 13, 33-37 (B)
Invocación al Dios
Jesús mío, te doy gracias por esta hermosa palabra que he leído. Gracias por tu infinita misericordia para conmigo. Ayúdame a estar siempre preparado, vigilante, a estar siempre alegre, para que, cuando llegues, Señor de la luz, me encuentres despierto. Sé muy bien que mi cuerpo es débil, Señor: fortaléceme con tu Espíritu, para que pueda resistir las tentaciones. Amén.
Análisis de contenido
Queridos amigos: iniciamos un nuevo ciclo litúrgico: el año “B”, correspondiente al evangelista Marcos. El adviento está caracterizado por el Señor que viene. Los cristianos celebramos la memoria del nacimiento de nuestro salvador en la fiesta de Navidad. Cada cristiano vive este acontecimiento con alegría y gozo, acompañados por una intensa oración y un compromiso auténtico de conversión espiritual. Estamos llamados a vivir en una espera vigilante y gozosa.
La narración del evangelio que estamos escuchando comienza con un párrafo que está casi al final del evangelio, y con el que se cierra la actividad pública de Jesús. Aunque esto nos podría parecer extraño, recordemos que el objetivo es retomar las lecturas del ciclo anterior, referidas al juicio final, y prepararnos al retorno de Cristo, atentos para acoger al dueño de la casa: “Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa”.
Según la recomendación de Jesús debemos estar atentos: “porque no saben cuándo llegará el momento”. Debemos estar en guardia, para que él no nos encuentre dormidos. Debemos estar despiertos, para que, cuando llegue, nos halle vigilantes: “porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana”. Volverá cuando aún es de noche, en las tinieblas y en la oscuridad; pero el Señor es la luz que nacerá en nuestras vidas e iluminará nuestros corazones.
Tenemos la certeza de que las palabras del Señor son ciertas: que Jesús volverá nuevamente. Nos toca a nosotros interpretar los signos: somos el portero que debe descifrar el momento conveniente, para cumplir la tarea que nos ha sido asignada y prepararnos a recibirle con actitud vigilante.
La venida de Jesús nos pone en una actitud de espera constante; nos exige estar vigilantes y atentos, trabajando sin cesar hasta que llegue el dueño, sin renunciar a nuestras actividades cotidianas. El Señor nos pide que actuemos con palabras y obras: Él “asigna a cada uno su tarea” que hemos de llevar adelante sin desanimarnos y sin ceder al sueño.
Jesús viene también hoy a nuestra comunidad cristiana, una comunidad que tiene que tener los ojos puestos en su venida. Se nos invita a vivir en un estado de alerta, para poder así recibir a Jesús. Estar vigilantes significa también asumir un compromiso serio en la sociedad, sin dejarnos mundanizar y, al mismo tiempo, sin permitir que la espera de la venida del Señor nos aparte de nuestras responsabilidades. Debemos mirar las cosas esenciales, en una transformación constante de nuestras actitudes. El cristiano, es decir, el portero, debe estar vigilante, atento para el encuentro con Jesús y comprometido con su Reino.
Para vivir una vida cristiana auténtica y profunda
Los cristianos, representados en el portero, estamos invitados a recibir y transmitir el mensaje de Jesús a todos, para dar esperanza y revitalizar la fe. ¿Estamos en una actitud vigilante para abrirle a Jesús nuestro corazón? ¿Somos como el portero, capaces de acoger en nuestras vidas a Cristo?