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Por: P. Denis Báez Romero, SDB
Queridos hermanos, para este domingo 29° durante el año, rezamos con el Evangelio según san Mateo 22, 15-21
Invocación al Espíritu de Dios
Dios Padre, ayúdanos a reconocerte como el Señor de nuestras vidas, ayúdanos a ser justos, damos la valentía y la capacidad de ser honestos, para que podamos darte lo que te pertenece, para que seamos sinceros y justos, cumpliendo con nuestros deberes y obligaciones, según tú santa voluntad. Ayúdanos a vivir en oración constante y, principalmente, haznos humildes y mansos de corazón. Amén.
Análisis de contenido
Queridos amigos: En la liturgia de este domingo escucharemos la provocación de los fariseos, que intentan tergiversar la enseñanza del Maestro. La doctrina de Jesús, sobre el “camino de Dios” siempre ha incomodado a sus perseguidores, es decir, a los fariseos. “Unos discípulos” que fueron enviados por los fariseos quieren ponerle una trampa a Jesús. Una trampa de doble filo, de la que parece imposible escapar. La respuesta de Jesús no es un sí o un no. Tampoco inicia un debate teórico, sino afirma qué hay que dar a cada uno lo que corresponde, es decir, ser transparentes. Jesús incluso les reprocha, llamándoles hipócritas, autores de la mentira, y de la injusticia.
Esta trampa bajo la apariencia de un debate estaba bien organizada por los fariseos, ya que incluso tuvieron una reunión previa para preparar el evento y preparar con precisión la pregunta capciosa. Jesús les pide una demostración, que le muestren la moneda con “la imagen y la inscripción” que lleva, ya que Jesús no posee monedas: él es un maestro itinerante, con la misión de llegar a los pobres y a los abandonados.
Estos “discípulos de los fariseos, acompañados de unos partidarios de Herodes”, comienzan alabando las enseñanzas de Jesús, para luego lanzar el dardo con veneno, para tenderle la trampa. Nos corresponde a nosotros discernir estas palabras dichas por los enviados, que en realidad son verdaderas “sabemos que eres veraz y enseñas el camino de Dios”. Jesús conociendo la interioridad y la intención de estas personas, “denuncia su malicia”; es la hipocresía que nace del interior del hombre. Incluso va más allá de la pregunta, y enfrenta un problema que no ha sido planteado por sus adversarios: el tema de Dios.
Entrar en la dinámica del Reino es reconocer a Dios como el Señor de nuestras vidas, aceptar su primacía en nuestras vidas y quitándonos la máscara de hipocresía con que nos cubrimos el rostro. Tenemos que ser personas genuinas, dejar esa careta que nos hace actuar fuera de contexto, y comenzar a ser cristianos auténticos, que viven los valores del Reino. Dios busca siempre que seamos a “imagen y semejanza” de él; por eso escribe en nuestro corazón el deseo de buscarle y encontrarle, como signos que somos de su imagen.
Jesús reconoce los derechos del estado: la gente debe pagar "la moneda del impuesto”. Pero el estado no puede sustituir el valor que tiene lo espiritual y sustituirlo por el cumplimiento de las normas y leyes. Somos pertenencia de Dios; debemos hacer transparente en nuestras vidas nuestra realidad de hijos, y ser coherentes con esa imagen inscrita en nuestro corazón.
De muchas formas Jesús ha mostrado el “camino de Dios” en su actividad pública, principalmente devolviendo la vida y la dignidad a las personas más necesitadas y carenciadas. Se preocupa esencialmente que toda persona tenga una vida más humana, de que el progreso económico y social sea equitativo y tenga en cuenta a los más pobres. El camino de Dios es anunciar una palabra de consuelo y esperanza. Debemos actuar con honradez frente a las exigencias del Reino.
Para la vida diaria
Como cristianos, creyentes, no utilizamos la política para nuestros intereses, sino que valoramos lo que ella sea capaz de realizar para lograr el bien común y la transformación profunda del vivir cotidiano. Mediante el esfuerzo de un trabajo en conjunto por la justicia, la igualdad y la paz, podremos ver los frutos, concretados en una convivencia en la que se respete la dignidad de cada uno.