Noticias
Por: Hno. José Miguel Villaverde, SSP
La emergencia sanitaria no solo ha dejado al descubierto nuestras fragilidades personales (y fortalezas), sino también las sociales, en las que no solo están involucrados los políticos, sino cada ciudadano. Nos cansamos de la corrupción y nos preguntamos: ¿Cómo terminar con este vicio que, cual enfermedad silenciosa, va minando nuestra vida?
Jesús, Camino, Verdad y Vida emerge ante nosotros como Maestro que nos precede con el ejemplo. Su vida eucarística, y con ello no solo nos referimos a la dimensión sacramental, es un espejo ante el cual hemos de mirarnos y ver cuánto de ello podríamos aprender como cristianos, como ciudadanos, como humanidad.
Es una vida de acción de gracias, de quien asume su existencia como un don de Dios y por eso es capaz de ver en la existencia de los otros un motivo por el qué agradecer, provocando en sí mismo hambre y sed de justicia, para que a cada semejante se le respete la dignidad de hijo amado de Dios.
Es una vida de sacrificio, en la que no priman los propios intereses, sino la voluntad divina, el dolor de la humanidad. Así lo entendió el santo Cura de Ars, quien, como párroco, se desvivió por su gente, como muchos sacerdotes en estos tiempos, ingeniándoselas para que a nadie falte el Pan de la Palabra y, en lo posible, el Pan de la Eucaristía.
Es una vida de entrega, de quien se parte para que los otros tengan vida. Una vida cristiana adulta, que no se contenta con contemplar la grandiosidad de Jesús Sacramentado, sino que también lo imita en el darse, donarse, hacerse todo para todos.
Que el Maestro divino nos ayude a mejorar nuestro compromiso social y eclesial, a la luz de su Palabra y ejemplo.