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Por: P. Denis Báez Romero, SDB
Hermanos, para este Domingo 16° durante el año, rezamos con el Evangelio según San Mateo 13, 24-43.
Invocamos al Señor, para que derrame su Espíritu sobre nosotros:
Jesús, sembrador de la buena vida; transfórmanos en aquellas semillas que crezcan y sean custodios en los corazones de los demás; así como Tú lo hiciste con nosotros. No permitas que una falla interrumpa nuestro crecimiento y que seamos pacientes ante la nueva cosecha. Que nuestro campo sea lugar fecundo de cristianos que, decididos en su fe, quieran crecer con una buena vida a la par de tus pasos. Que las cizañas no sean impedimento para nuestro desarrollo y que seamos la buena cosecha anunciando el Evangelio.
Análisis de contenido
Queridos amigos: En el evangelio de este domingo, escuchamos la parábola de la buena semilla y la cizaña. Jesús contó esta parábola a la gente que lo seguía. Luego, al volver a casa, los discípulos le preguntaron sobre el significado de la narración, y él comenzó a explicárselo. Notemos el diálogo del sembrador con el sirviente, con respecto a la cizaña que va creciendo junto con el trigo. Jesús propone también otras dos parábolas referidas al Reino de los cielos: la del grano de mostaza y la de la levadura en la masa, y da una explicación práctica que ilumina la vivencia cotidiana.
El campo es la comunidad cristiana, donde el sembrador esparce la semilla buena. Como creyentes, estamos invitados a cuidar de nuestro campo, para que sea capaz de permitir que crezca en él la semilla sembrada en nuestro corazón.
Algunos cristianos pierden la fe y la esperanza antes las dificultades de la vida; sienten que fueron abandonados por Dios, creen que la semilla no crecerá. La semilla buena brota de la tierra regada por la bondad de Dios y se convierte en fruto nuevo, bueno. Por eso, estamos llamados a seguir creciendo en la vida que Dios nos regala. Y aunque suceden muchas cosas en nuestra existencia, tenemos que ser pacientes.
Somos conscientes de que tenemos que convivir con el mal. Por eso, debemos superar todas las actitudes que excluyen y separan a los demás. No cataloguemos a los otros como ‘buenos’ o ‘malos’; no midamos con “premios-castigos” a las demás personas. No hagamos diferencias entre los que tienen y los que no tienen. Estamos invitados a construir un mundo más humano, donde seamos capaces de vivir con apertura de mente y de corazón, a fin de acercarnos al Reino de Dios.
En este campo tan abierto, tan bello y agradable a la vista, existen cristianos buenos, “despiertos”, comprometidos, responsables en las tareas evangelizadoras de la comunidad; cristianos que se esfuerzan por salir adelante. También encontramos cristianos malos, “durmientes”, críticos, indiferentes a la fe, que reaccionan y quieren “arrancar” a destiempo las cizañas dentro de la comunidad. Debemos huir de aquellas personas que apagan nuestra esperanza y nuestra paciencia.
Es responsabilidad de la comunidad distinguir a aquellos que custodian la buena semilla -los que crean una pacífica convivencia fraterna con los demás, los que fomentan la promoción gradual para un mundo más humano- de aquellos otros que cultivan la mala semilla: que producen cizaña, que generan confusión, que no permiten avanzar en la fe, que sofocan para que el bien no crezca.
Somos trabajadores de este campo tan hermoso, y, como lo amamos, muchas veces quisiéramos cortar inmediatamente los yuyos que crecen. Pero, sin embargo, debemos tener paciencia, debemos saber esperar los tiempos de crecimiento, saber seleccionar con inteligencia los buenos granos que produzcan buenos frutos.
Como cristianos, tenemos el campo abierto de nuestro corazón. Pidamos al Señor que haga crecer la semilla de la palabra al interno de la comunidad, para que no aumente el mal dentro de ella, para que pueda dar un fruto de esperanza para bien de la humanidad. Que esa tolerancia y paciencia nos haga esperar el Reino.
Vivencia cotidiana
En nuestra cotidianidad, debemos tener en cuenta la presencia del bien y del mal dentro de la sociedad en la que estamos inmersos. ¿Somos tolerantes con los demás? ¿Cómo actuamos frente al mal que nos golpea? ¿Pedimos al Espíritu Santo que nos sostenga en los momentos difíciles por los que tengamos que pasar?