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Santos de hoy y siempre
SAN GERARDO, UNA VIDA DE FE

Por: Fr. Lorenzo Luis Alvarenga Pereira, CSsR

 

“Dios quiere que yo muera solo y abandonado de todo, yo también quiero morir y vivir así para complacer a mi Dios, que bien mas inmenso la voluntad de Dios, tesoro escondido inapreciable, ahora te he conocido plenamente, te identificas con mi Dios amado, los hombres acabamos en la tierra lo que hacen los ángeles en cielo  la voluntad de Dios en el cielo, la voluntad de Dios en la tierra, así el paraíso aquí y aquí.” Fragmento cartas de San Gerardo. 

 

San Gerardo Mayela, hermano lego Redentorista (religioso no sacerdote), que se caracterizó por su amor a la eucaristía y a la santísima virgen María, nace en 1726 en Muro, una pequeña ciudad del Sur de Italia. Enamorado total y absolutamente de la forma de vida que san Alfonso de Ligorio, fundador de los Redentoristas, previó para los miembros de su congregación, vibraba de emoción al descubrir que el amor a Jesús en el Santísimo Sacramento es el centro de todo y que el amor a María, la Madre de Jesús, tiene en la vocación redentorista un tinte esencial.  En la comunidad, entre los hermanos, Gerardo se siente feliz porque sabe que Dios está cerca de él.

La verdadera santidad viene siempre probada por la cruz.

En 1754, Gerardo pasó por una dura prueba: una fuerte calumnia. Entre sus obras misioneras, fruto de su dedicación apostólica, se dedicó a alentar y ayudar a las jóvenes que querían entrar a la vida conventual. De aquel grupo, Neria Caggiano, no sintiéndose a gusto con su nueva vida, después de tres semanas retornó a su casa. Y para explicar su actitud, empezó a inventar falsedades acerca de la vida de las monjas y a hacerlas circular entre la gente. Sin embargo, como la gente no le creía tales historias, decidió salvar su propia reputación destruyendo el buen nombre de su bienhechor, de nuestro hermano Gerardo.

En una carta que dirige a san Alfonso, superior de Gerardo, acusa al santo hermano de pecados de impureza con la joven, hija de una familia en cuya casa Gerardo se hospedaba con frecuencia durante sus itinerarios misioneros.

Gerardo es llamado, para que responda a tal acusación; sin embargo, en lugar de defenderse, permaneció en silencio. Por ello, se le prohíbe el privilegio de comulgar y todo contacto con el exterior… ¡Grandísima prueba!

Para Gerardo no fue fácil renunciar a su dedicación en favor de las almas, pero esto no es nada comparado con el hecho de que se le haya privado de la Santa Comunión. Sufrió tanto que pidió ser relevado del privilegio de ayudar en misa, por el miedo que sentía ante la vehemencia con que deseaba recibir la comunión, sin poder hacerlo.

Poco tiempo después, Neria enfermó gravemente y escribió una carta confesando que sus acusaciones contra Gerardo eran falsas, fruto de su pura invención y una auténtica calumnia. “Era inocente”, pero Gerardo, que no se dejó abatir durante el tiempo de la tribulación, tampoco saltó de gozo ahora ni siquiera cuando llega la hora de su justificación. En ambos casos sintió que se había cumplido la voluntad de Dios y eso le bastaba.

El 15 de octubre de 1755, su alma inocente partió a la Casa del Padre. En 1893, el papa León XIII lo beatificó y el 11 de diciembre de 1904 el Papa Pío X lo incluyó en el Catálogo de los santos. El Hermano Gerardo es patrono de las madres y las embarazadas y su testimonio humilde y silencioso es bien recibido por todos los que a él se encomiendan o desean vivir a pleno su vocación redentorista.