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Editorial de agosto
Fuego que enciende otros fuegos

Dedicado a los Diáconos

Dedicamos este mes a la figura de san Lorenzo y, en él, ver reflejados a todos los diáconos que sirven a la Iglesia que peregrina en el Paraguay, sean diáconos permanentes o transitorios. Y justamente por ello, contemplamos en el santo el fuego de la caridad, que lo llevó a entregarse con solicitud incansable, y fervor de espíritu hasta las últimas consecuencias.

Con solicitud incansable, san Lorenzo se dedicó al servicio de los más pobres, los que no valían a los ojos de la sociedad. En boca del santo, “la riqueza de la Iglesia son los pobres” y por ello les predicó el Evangelio primero con sus manos, asistiéndolos y abrazándolos; y luego, con las palabras.

El fervor de espíritu lo hizo capaz de dedicarse por entero a las misiones confiadas. Hoy vemos a nuestros diáconos sumergidos en diversas tareas: acompañando la liturgia, proclamando la Palabra, bendiciendo, bautizando, siendo testigo del amor de los que se casan, siendo presencia de Cristo servidor en comunidades lejanas, a las que no les puede faltar el Evangelio. Ese mismo fervor es el que los hace llegar al final del día cansados, pero llevando en el corazón los rostros de las personas a las que sirvió. Así, es posible imitar a Lorenzo, no como mártires, pero sí como testigos que se entregan, ¡Día a día y en silencio!

Y todo ello, Lorenzo lo llevó a cabo con honda conciencia eclesial, que lo mantenía fiel al Papa, a la Iglesia a la que se había consagrado. Unido a su obispo por el sacramento, se unió también a él por medio del martirio y así, su corazón encendido por el fuego del Espíritu, se convirtió en “fuego que enciende otros fuegos”, inspiración para sus hermanos diáconos de todos los tiempos.

Que el ejemplo de este santo motive a los diáconos en su quehacer cotidiano, y nos estimule también a nosotros a rezar por ellos y a vivir en “actitud diaconal”, siendo también nosotros servidores los unos de los otros, a imitación de Cristo, “que se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo” (Flp 2,6-7).

 

José Miguel Villaverde, SSP

Director Editorial SAN PABLO Paraguay