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Por: Hno. José Miguel Villaverde, SSP
No hay palabras más bonitas que las que salen del fondo de un corazón que ama, las palabras de quienes sabemos nos desean el bien, se preocupan por nosotros, etc. Y de entre tantas palabras de bendición, la frase “Rezo por vos” tiene un tinte especial. Aunque corre el riesgo de volverse una simple costumbre, no es poca cosa decirle a alguien que reza por sus intenciones, que la tendremos presente ante Jesús… ¿Qué sucede en realidad?
Cuando rezo por alguien, no solo traigo su nombre e intención a mis pensamientos, rezar por alguien es en realidad traer a la persona delante de Dios, ponerla en medio de nuestro diálogo con Él. Quizá les ha pasado que cuando le hablamos de alguien a Jesús, nos alegramos o sentimos angustia, quizá viene a nosotros el dolor por el que pasa la persona, o sus sueños. Cuando yo cumplo mi palabra de rezar por alguien, me hago cargo de esa persona, la abrazo y la llevo ante Jesús, la recomiendo, le doy una mano… ¡Vaya qué gran ayuda!
Pero también algo sucede en mí, voy saliendo de mí mismo para preocuparme por el otro. El Señor no se ha dejado de interesar por mí, Él ya conoce mis alegrías, penas y cansancios antes que yo se los diga. Pero ahora, haciendo mía la actitud de entrega de Jesús, asumo a mi hermano, hago mías sus intenciones, entonces yo mismo me voy liberando, voy aprendiendo a abandonarme en Dios… ¡Maravillosa sorpresa!
Justamente, el otro día, se me dio por leer a Henri Nouwen, uno de mis autores favoritos, quien “me animó” a escribir lo que ahora les comparto. Siendo muy propio de él escribir desde las entrañas, me animo a citarlo:
“Orar por los otros significa hacerlos parte de nosotros mismos. Orar por los demás significa permitir que sus dolores y sufrimientos, sus ansiedades y soledades, su confusión y sus miedos resuenen en lo más íntimo de nosotros mismos. Orar es, así, convertirnos en aquellos por quienes oramos, convertirnos en el niño enfermo, la madre llena de miedo, el padre afligido… Orar en entrar en una profunda solidaridad con todo ser humano, de modo que en nosotros y a través de nosotros ellos puedan ser tocados por el poder sanante del Espíritu de Dios.”
Decirle a alguien “Rezo por vos” ya es un regalo, que bien podría ser el inicio de otras ayudas, de un abrazo, del recomienzo de una bonita amistad, ¿Y si comenzamos a crear una red de “Rezo por vos”?